DIÁLOGO INTERRELIGIOSO EN LA IGLESIA CATÓLICA

José Alejandro Rosero Puentes

El diálogo interreligioso en la iglesia católica, es una cuestión a dilucidar y entender, que en no pocas ocasiones se presta para equívocos tanto para miembros de la iglesia católica, como para personas externas a la misma.

Es por eso, que en el presente escrito, se estudiará que es el dialogo interreligioso en la iglesia católica, se aclararan algunas confusiones que se dan en torno a este, como por ejemplo el tema de la tolerancia en virtud de la igualdad cimentada en la dignidad humana, las semillas de verdad que el catolicismo reconoce en religiones diferentes, el indiferentismo religioso, etc, teniendo como base el magisterio de la iglesia católica.

En un inicio, es necesario diferenciar el dialogo interreligioso del ecumenismo para evitar caer en confusiones terminológicas que impidan el cometido de este artículo.

Es así, que el ecumenismo se diferencia del diálogo interreligioso en lo siguiente. El ecumenismo busca la unidad de los cristianos, aquellos que son bautizados válidamente (en el nombre del padre del hijo y del espíritu santo Mateo 28:19), y quienes profesan la confesión de fe del credo (trinidad, realidad escatológica, naturaleza hipostática), pero que difieren en diversas doctrinas de distintos temas teológicos.

La meta es llegar a mostrar el depósito de la fe de la iglesia de Cristo, y así, limar las asperezas que dividen. El fin último es que los demás cristianos no católicos se unan a ella, es decir, se adhieran a la iglesia católica apostólica romana.

Por otro lado, el dialogo interreligioso no se desarrolla con personas que tengan la fe cristiana teologal como don de Dios, sino con personas que profesan distintas creencias, es decir, que practican religiones no cristianas. No obstante, un punto importante es que la iglesia reconoce que en esas creencias y religiones hay semillas de verdad que surgen como consecuencia del anhelo del hombre de buscar y encontrar el conocimiento de Dios, las cuales, a su vez, precisamente preparan al hombre para el momento en que conozca el evangelio de Cristo.

En este punto vale aclarar que dichos postulados de verdad no se encuentran en igual proporción en todas las religiones, pues al ser contrastadas estas últimas con el catolicismo, según las particularidades de cada una de ellas, habrá un mayor o menor porcentaje de dichas semillas de verdad. Por ejemplo, las religiones monoteístas como el judaísmo y el islam tendrán un porcentaje mayor de semillas de verdad que religiones politeístas como el hinduismo, el islam frente al judaísmo tendrá uno menor, etc.

Ahora bien, el fin del dialogo interreligioso consiste en que todas las personas de distintas religiones vivan pacíficamente, sin que alguien sufra de persecución a causa de su creencia. En otras palabras, el dialogo inter religioso busca que cesen las guerras y persecuciones religiosas, y por lo tanto, se llegue a materializar la igualdad de todas las personas, no una igualdad religiosa en sentido teológico, sino una igualdad basada en la dignidad humana.

En concordancia, como ejemplo de esto tenemos la encíclica Nostra Aetate del año 1965, en la cual la iglesia católica reconoce las semillas de verdad que se encuentran en otras religiones, pero sin poner en duda la veracidad de la propia religión cristiana católica apostólica romana.[1]

De esta forma, respecto de la igualdad en un sentido teológico y filosófico, grave error seria afirmar o propender por la igualdad de religiones, pues si como cristianos católicos debemos defender y profesar nuestra religión verdadera, mal se haría en equipararla con otras que no lo son. Sin embargo, todo cristiano católico apostólico romano, debe actuar y propender por una igualdad material de todas las personas, en virtud de la dignidad de estas por ser creadas “a imagen y semejanza de Dios.”

Al respecto, en la declaración Dominus Iesus, la iglesia al referirse a la misión ad gentes y al diálogo interreligioso ha establecido que: “La paridad, que es presupuesto del diálogo, se refiere a la igualdad de la dignidad personal de las partes, no a los contenidos doctrinales, ni mucho menos a Jesucristo —que es el mismo Dios hecho hombre— comparado con los fundadores de las otras religiones.”[2]

En concordancia con lo anterior, y haciendo énfasis en el deber del católico de respetar y defender la igualdad basada en la dignidad humana de todas las personas, el mencionado documento conciliar, la declaración Nostra Aetate, en efecto refiere que:

“No podemos invocar a Dios, Padre de todos, si nos negamos a conducirnos fraternalmente con algunos hombres, creados a imagen de Dios. La relación del hombre para con Dios Padre y con los demás hombres sus hermanos están de tal forma unidas que, como dice la Escritura: «el que no ama, no ha conocido a Dios» (1 Jn 4,8).

Así se elimina el fundamento de toda teoría o práctica que introduce discriminación entre los hombres y entre los pueblos, en lo que toca a la dignidad humana y a los derechos que de ella dimanan.”[3]

Sin embargo, tampoco se puede caer en la concepción que se debe permitir o se debe tolerar que las personas hagan lo que quieran fundamentándose en su religión, en la medida que existen muchas prácticas basadas en algunas religiones que pueden afectar la integridad moral, mental y física de otro, lo que a todas luces sería un despropósito ya que se desfiguraría el fin del diálogo interreligioso y uno de los ejes centrales del catolicismo, esto es, la protección de la tantas veces mencionada dignidad humana.

Por ejemplo, sería un despropósito respetar tanto a la creencia como a la persona pedófila que pretende casarse y desposar a una niña de 9 años basándose en que en el Corán se narra que el profeta Mahoma así lo hizo, como sucede en algunos lugares de Afganistán después de la vuelta de los talibanes a la región. Es un gran error “tolerar” comportamientos y creencias de ese talante, ya que por sí mismos son vulneradores de derechos humanos y a todas luces violan la dignidad humana, lo cual de una forma u otra inevitablemente conlleva a que no pueda haber una convivencia pacífica.

Por otro lado, retomando lo concerniente al concepto de igualdad teológica y filosófica (no a la igualdad basada en la dignidad humana anteriormente desarrollada), con el dialogo inter religioso la iglesia católica no pretende que se consideren a las demás religiones como totalmente verdaderas, o que se pretenda equiparar a las mismas con la religión católica, toda vez que “la Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres.”[4]

Es así, que como se puede evidenciar de la anterior cita, aunque la iglesia respeta las creencias ajenas a su religión, no quiere decir que dicho respeto va a ser a todo y va a estar por encima de todo, pues, al afirmar que “no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero”, reconoce que en efecto en ellas hay semillas de verdad, por lo que mal se haría en no respetar dichas semillas, no obstante, implícitamente también aduce que se rechaza todo lo ajeno a estas. En otras palabras, se respeta aquello que es verdadero en dichas religiones, pero no todo el conjunto de creencias que hay en ellas.

De esta forma, “la Iglesia considera las religiones del mundo con sincero respeto, pero al mismo tiempo excluye esa mentalidad indiferentista « marcada por un relativismo religioso que termina por pensar que “una religión es tan buena como otra”[5], ya que precisamente dentro de su misión esta “anuncia y tiene la obligación de anunciar constantemente a Cristo, que es «el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn., 14,6)”[6], no un camino más entre muchos.

De hecho, la Iglesia, guiada por la caridad y el respeto de la libertad, debe empeñarse primariamente en anunciar a todos los hombres la verdad definitivamente revelada por el Señor, y a proclamar la necesidad de la conversión a Jesucristo y la adhesión a la Iglesia a través del bautismo y los otros sacramentos, para participar plenamente de la comunión con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Por otra parte, la certeza de la voluntad salvífica universal de Dios no disminuye sino aumenta el deber y la urgencia del anuncio de la salvación y la conversión al Señor Jesucristo.”[7]

En concordancia con lo anterior, en la declaración Dominus Iesus, del año 2000, en el numeral 21, se establece que:

“sería contrario a la fe católica considerar la Iglesia como un camino de salvación al lado de aquellos constituidos por las otras religiones. (…) Ciertamente, las diferentes tradiciones religiosas contienen y ofrecen elementos de religiosidad que proceden de Diosy que forman parte de « todo lo que el Espíritu obra en los hombres y en la historia de los pueblos, así como en las culturas y religiones». De hecho, algunas oraciones y ritos pueden asumir un papel de preparación evangélica, en cuanto son ocasiones o pedagogías en las cuales los corazones de los hombres son estimulados a abrirse a la acción de Dios. A ellas, sin embargo, no se les puede atribuir un origen divino ni una eficacia salvífica ex opere operato, que es propia de los sacramentos cristianos. Por otro lado, no se puede ignorar que otros ritos no cristianos, en cuanto dependen de supersticiones o de otros errores (cf. 1 Co 10,20-21), constituyen más bien un obstáculo para la salvación.[8]

Sin embargo, a pesar de no aceptar todo lo que dichas religiones profesan, con base en el diálogo interreligioso y la ley natural, como previamente se expresó, si se debe respetar a cada persona, cada ser humano, cada individuo de la especie humana en todo su ser, en virtud de la ya referida dignidad humana.

En conclusión, el dialogo interreligioso busca que a pesar de las diferencias religiosas, todos los seres humanos lleguen a mantener una convivencia pacifica en pro de la salvaguarda de la dignidad de cada persona, haciendo la salvedad de las creencias y practicas que son contrarias a esta, y que por ende deben ser rechazadas. A través del diálogo interreligioso, se promueve la colaboración en temas de interés común, como la justicia material, la verdadera paz (no el indiferentismo) y la libertad religiosa. Este esfuerzo conjunto no solo fortalece las relaciones entre diferentes comunidades religiosas, sino que también contribuye al bienestar global.


[1] Declaración Nostra Aetate, sobre las relaciones de la iglesia con religiones no cristianas. Papa San Pablo VI. Roma, 28 de octubre de 1965.

[2] Declaración Dominus Iesus, sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia. Congregación para la doctrina de la fe. Roma, 6 de agosto de 2000, aprobada por el Papa San Juan Pablo II en audiencia del día 16 de junio del 2000, numeral 22.

[3] Ibidem, numeral 5.

[4] Ibidem, numeral 2

[5] Declaración Dominus Iesus, sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia. Congregación para la doctrina de la fe. Roma, 6 de agosto de 2000, aprobada por el Papa San Juan Pablo II en audiencia del día 16 de junio del 2000, numeral 22.

[6] Declaración Nostra Aetate, sobre las relaciones de la iglesia con religiones no cristianas. Papa San Pablo VI. Roma, 28 de octubre de 1965, numeral 2

[7] Declaración Dominus Iesus, sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia. Congregación para la doctrina de la fe. Roma, 6 de agosto de 2000, aprobada por el Papa San Juan Pablo II en audiencia del día 16 de junio del 2000, numeral 22.

[8] Ibidem, numeral 21.

Un comentario

  1. Martha Lorenzo T

    Como siempre con la superioridad moral, respeto tu opinión equivocada 🙄

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