Explora el universo de la memoria y la profundidad emocional con estas 15 frases de Irene Vallejo. A través de su exquisita prosa y su habilidad para capturar la esencia de la vida, Vallejo nos invita a reflexionar sobre el tiempo, la memoria, los libros y la existencia misma.
La pasión del coleccionista de libros se parece a la del viajero. Toda biblioteca es un viaje; todo libro es un pasaporte sin caducidad.
En un mundo caótico, adquirir libros es un acto de equilibrio al filo del abismo.
Entre la agotadora sobreabundancia de páginas azarosas, se extingue el placer de la lectura. Todas las energías se consumen en la búsqueda y el desciframiento.
Poseer libros es un ejercicio de equilibrio sobre la cuerda floja. Un esfuerzo por unir los pedazos dispersos del universo hasta formar un conjunto dotado de sentido. Una arquitectura armoniosa frente al caos. Una escultura de arena. La guarida donde protegemos todo aquello que tememos olvidar. La memoria del mundo. Un dique contra el tsunami del tiempo.
Leer construye una comunicación íntima, una soledad sonora que a los ángeles les resulta sorprendente y milagrosa, casi sobrenatural.
Esta libertad individual, la tuya, es una conquista del pensamiento independiente frente al pensamiento tutelado, y se ha logrado paso a paso a lo largo del tiempo.
Al regalar una novela o un poemario a alguien que nos importa, sabemos que su opinión sobre el texto se reflejará sobre nosotros. Si un amigo, una amada o un amante coloca un libro en nuestras manos, rastreamos sus gustos y sus ideas en el texto, nos sentimos intrigados o aludidos por las líneas subrayadas, iniciamos una conversación personal con las palabras escritas, nos abrimos con mayor intensidad a su misterio. Buscamos en su océano de letras un mensaje embotellado para nosotros.
Nuestra piel es una gran página en blanco; el cuerpo, un libro. El tiempo va escribiendo poco a poco su historia en las caras, en los brazos, en los vientres, en los sexos, en las piernas.
Desde tiempos remotos, de generación en generación, los seres humanos nos relatamos los hechos históricos que han dejado huella en la memoria de las generaciones, pero tenemos la manía reincidente de convertirlos en leyenda.
Somos seres económicos y simbólicos. Empezamos escribiendo inventarios, y después invenciones (primero las cuentas; a continuación los cuentos).
La escritura y la memoria no son adversarias. De hecho, a lo largo de la historia, se han salvado la una a la otra: las letras resguardan el pasado; y la memoria, los libros perseguidos.
No por eliminar de los libros todo lo que nos parezca inapropiado salvaremos a los jóvenes de las malas ideas. Al contrario, los volveremos incapaces de reconocerlas.
Quemar libros es un empeño absurdo que se repite con terquedad a lo largo de los siglos, desde Mesopotamia hasta el presente. La coartada es asentar los cimientos de un nuevo orden sobre las cenizas del anterior, o regenerar y purificar un mundo que los escritores han contaminado.
Destruir un libro es, literalmente, asesinar el alma del hombre.
Donde los documentos se eliminan y los libros no circulan libremente, es muy fácil modificar a placer, impunemente, el relato de la historia.
Frases extraídas de: Vallejo, I. (2019). El infinito en un junco la invención de los libros en el mundo antiguo. Siruela.