En el horizonte de la literatura y de la logoterapia, pocas voces resuenan con la profundidad y el impacto de Viktor Frankl. A través de sus escritos, conferencias y experiencias personales, Frankl nos brinda un tesoro de sabiduría y reflexiones que trascienden el tiempo y el espacio. En este artículo, exploraremos algunas de las frases de Viktor Frankl, destacando su poder para inspirar, consolar y transformar nuestras vidas.
Desde su perspectiva única como sobreviviente del Holocausto y fundador de la Logoterapia, Frankl nos invita a reflexionar sobre el significado de la vida, la importancia de la resiliencia y el poder de la libertad interior. Acompáñanos en este viaje a través de las palabras de uno de los grandes pensadores del siglo XX, cuya influencia perdura en la búsqueda del sentido y la dignidad humana
«¿Qué es, en realidad, el hombre? Es el ser que siempre decide lo que es»
Viktor Frankl
Los hombres ilustres siempre recomienzan, y eso los convierte en admirables e imitables. Para hacerse imitable no se precisa esconder algún suceso oscuro o denigrante, pero sí resulta necesario percibir el ángulo frágil de su entereza…
La apatía generalizada que lo llevaba a una especie de muerte emocional.
El amor es la meta última y más alta a la que puede aspirar el hombre. Percibí entonces, en toda su profundidad, el significado del mayor secreto que la poesía, el pensamiento y las creencias intentan comunicar: la salvación del hombre consiste en el amor y pasa por el amor. Comprendí que un hombre despojado de todo todavía puede conocer la felicidad — aunque sea solo por un instante— si contempla al ser amado. Incluso en un estado de desolación absoluta, cuando ya no cabe expresarse mediante una acción positiva, cuando el único logro posible consiste en soportar dignamente el sufrimiento, en tal situación, el hombre es capaz de realizarse en la contemplación amorosa de la imagen de la persona amada. Por vez primera entendí el significado de las palabras: «Los ángeles se abandonan en la eterna contemplación amorosa de la gloria infinita».
El amor trasciende la persona física del ser amado y halla su sentido más profundo en el ser espiritual, el yo íntimo.
Et lux in tenebris lucet. «Y la luz brilla en medio de la oscuridad».
El sufrimiento, sea fuerte o débil, ocupa el alma y toda la conciencia del hombre.
La imposición de la vida comunitaria, en la que continuamente somos observados en las más triviales acciones del día, produce un deseo irrefrenable de estar solo, al menos unos instantes.
Advertimos lo incierto de las decisiones humanas, especialmente cuando de vida o muerte se trata.
Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la libertad humana -la libre elección de la acción personal ante las circunstancias- para elegir el propio camino.
Esa libertad interior, que nadie puede arrebatar, confiere a la vida intención y sentido.
Todos los aspectos de la vida son significativos; también el sufrimiento. Si hay un sentido en la vida, entonces debe haber un sentido en el sufrimiento. La experiencia indica que el sufrimiento es parte sustancial de la vida, como el destino y la muerte. Sin ellos, la existencia quedaría incompleta.
Una vida que consistiera solo en salvarse o perecer, cuyo sentido dependiera del azar de las miles de arbitrariedades que conforman la vida en un campo de concentración, no merecería ser vivida.
La actitud con la que un hombre acepta su destino y el sufrimiento que este conlleva, -la forma en que carga con su cruz, comporta la singular coyuntura incluso en circunstancias muy adversas- de dotar de sentido profundo a su vida.
La libertad interior puede elevar al hombre por encima de un destino adverso, y eso no solamente en un campo de concentración. Cualquier hombre, a lo largo de su vida, se verá enfrentado a su destino y tendrá la oportunidad de convertir un puro estado de sufrimiento en una hazaña interior.
Tenemos que dejar de preguntar por el sentido de la vida y en su lugar percatarnos de que es la vida la que nos plantea preguntas, cada día y a cada hora.
Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la vida plantea, cumpliendo la obligación que nos asigna.
El sentido de la vida, difieren en cada hombre, en un momento u otro, de manera que resulta imposible concebir el sentido de la vida en términos abstractos.
«Vida» no significa algo vago, sino real y concreto, del mismo modo que las tareas que nos impone son muy reales y concretas. Ellas conforman el destino de cada hombre, que es distinto y único para cada cual.
Cuando un hombre descubre que su destino es sufrir, ha de aceptarlo porque el sufrimiento se convierte en su única y singular tarea. Es más, tendrá que llegar a la conciencia de que ese destino doloroso le otorga el valor de persona única e irrepetible.
Un hombre que se vuelve consciente de su responsabilidad ante quien lo aguarda con todo su corazón, o ante una obra por terminar, nunca será capaz de tirar su vida por la borda. Conoce el porqué de su existencia y podrá soportar casi cualquier cómo.
La influencia inmediata de una determinada conducta siempre es más eficaz que las palabras.
Ningún poder de la tierra podrá arrancarte lo que has vivido
La vida humana nunca, bajo ninguna circunstancia, deja de tener sentido, y que este sentido infinito de la vida incluye también el sufrimiento y la agonía, las privaciones y la muerte.
La bondad humana se encuentra en todos los grupos, incluso en aquellos que, en términos generales, merecen ser condenados.
Hay dos razas de hombres en el mundo, solo dos: la de los hombres decentes y la de los indecentes. Ambas se mezclan en todas partes y en todas las capas sociales.
El límite que separa el bien del mal, y que imaginariamente atraviesa todo el ser humano, llega hasta las más hondas profundidades del alma y aparece incluso en el fondo del abismo que se pone de manifiesto en el campo de con-centración.
Nada en el mundo ayuda a sobrevivir como la conciencia de que la vida esconde un sentido.
Lo que el hombre necesita no es vivir sin tensión, sino esforzarse y luchar por una meta que merezca la pena.
En las últimas etapas del progreso ha sufrido, además, otra pérdida fundamental: las tradiciones. Las tradiciones cumplían una función de contrapeso de la conducta, y en la sociedad moderna se diluyen con enorme rapidez. Al no conservarlas tradiciones que marcan la actuación socialmente aceptada, el hombre carece del instinto que guía su conducta, y con frecuencia no sabe cómo comportarse. Por ello, hace lo que otras personas hacen (conformismo) o hace lo que otras personas quieren que haga (totalitarismo).
No deberíamos buscar un sentido abstracto a la vida, pues cada uno tiene una misión o un cometido que cumplir. Por tanto, no puede ser reemplazado en su función, ni su vida puede repetirse: su tarea es única como es única la oportunidad de realizarla.
El hombre no debería cuestionarse sobre el sentido de la vida, sino comprender que es a él a quien la vida interroga. En otras palabras, la vida pregunta por el hombre, cuestiona al hombre, y este contesta de una única manera: respondiendo de su propia vida y con su propia vida.
Actúa como si vivieras por segunda vez y la primera lo hubieras hecho tan desacertadamente como estás a punto de hacerlo ahora
Al declarar que el hombre es responsable y capaz de descubrir el sentido concreto de su existencia, quiero destacar que el sentido de la vida debe buscarse en el mundo, no dentro del ser humano o de la psique, como si fuera un sistema cerrado.
Ser hombre implica dirigirse hacia algo o alguien distinto de uno mismo, bien sea para realizar un valor, bien para alcanzar un sentido o para encontrar a otro ser humano.
Cuanto más se olvida uno de sí mismo -al entregarse a una causa o a la persona amada-, más humano se vuelve y más perfecciona sus capacidades. Por el contrario, cuanto más se empeña el hombre en conseguir la autorrealización, más se le escapa, pues la verdadera autorrealización es el efecto profundo del cumplimiento del sentido de la vida.
Cuando hay que enfrentarse a una situación inevitable, inapelable e irrevocable (una enfermedad incurable, un cáncer terminal), la vida ofrece la oportunidad de realizar el valor supremo, de cumplir el sentido más profundo: aceptar el sufrimiento.
El sufrimiento, en cierto modo, deja de ser sufrimiento cuando encuentra un sentido, como ocurre en el sacrificio.
El sentido es posible sin sufrimiento. Para que el sufrimiento confiera un sentido ha de ser inevitable, completamente necesario.
La vida que depende del azar no merece ser vivida.
Al hombre no se le exige, como predican los filósofos existencialistas, que soporte lo absurdo de la vida, sino que asuma racionalmente su capacidad para captar la sensatez incondicional de la vida.
El vacío existencial es la neurosis colectiva más frecuente en nuestro tiempo. Se la describe como una forma privada y personal de nihilismo, y el nihilismo se define por la radical negación de sentido del hombre.
El hombre no está completamente condicionado y determinado; al contrario, él decide si cede ante las circunstancias o se enfrenta a ellas. En otras palabras, el hombre se determina a sí mismo, no se limita a existir, sino que decide cómo será su existencia, en qué se convertirá en el próximo minuto.
Todo ser humano posee la libertad de cambiar en cada instante.
La libertad no es la última palabra. La libertad es una parte de la historia y la mitad de la verdad. La libertad es la cara negativa de cualquier fenómeno humano, cuya cara positiva es la responsabilidad.
El ser humano no es un objeto más entre otros; las cosas se determinan unas a otras, pero el hombre, en última instancia, es su propio determinante.
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