LA EXISTENCIA DE DIOS Y EL ORIGEN DEL MAL

José Alejandro Rosero Puentes

A lo largo del tiempo las preguntas sobre la existencia de Dios y el origen del mal han sido pan de cada dia. Siempre se cuestiona con respecto a su omnipotencia, omnisciencia y omnipresencia. Del mismo modo, muchas respuestas a esas preguntas se han dado sin detener que más y más preguntas con respecto a la existencia de Dios y sus atributos se sigan formulando, especialmente al cuestionar la posición de Dios con respecto al mal.

Consecuentemente, por medio del presente escrito, se pretende resolver muchas de estas cuestiones paradójicas, no utilizando solamente el metalenguaje de la lógica, sino a partir de reflexiones científicas, espirituales y filosóficas.

En primer lugar, se partirá hablando de lo concerniente a la existencia de Dios. La ciencia por medio de muchas teorías ha intentado explicar el origen del universo y el origen de la vida, dejando de lado toda posibilidad de la existencia de un Dios. A lo largo del tiempo, los huecos que había en estas teorías y que eran llenados utilizando la existencia de Dios, se empezaron a llenar con explicaciones científicas. Al completarse las teorías, para algunos, la existencia de Dios ya no fue necesaria.

Así, de esta forma, la ciencia, le dio explicación a las mayores cuestiones sobre el origen de la vida, desmintiendo mitos y desarrollando teorías sobre la evolución del hombre, sobre la evolución de las especies en donde se dice que estas proceden de un ancestro común, etc. Siguiendo esta misma línea, entonces se llega el punto en donde la humanidad podría repetir la frase de Nietsche, “Dios ha muerto, que viva el superhombre”, ya que el ser humano al no concebir una presencia y una fuerza superior a si mismo, siente que es un Dios en la tierra, que todo lo puede explicar y todo lo puede pensar sin necesidad de un ser superior. Sin embargo, a pesar de que el desarrollo científico es alto, la ciencia y la religión comparten un elemento en común, un elemento muy común en la forma como se concibe la idea de Dios y la idea de la ciencia. Este elemento es la Fe.

De este modo, así como el ser humano tiene fe en Dios, tomando la fe como la certeza, la confianza total y absoluta en aquello que no se ve, de creer que lo que en un principio se toma como imposible es posible; así mismo se tiene fe en la ciencia. Muchas de las teorías de la ciencia no se pueden comprobar a simple vista sino mediante cálculos matemáticos, es decir, para poder para creer en estas teorías se debe tener la certeza en aquello que no se ve, creer que a pesar de que no se ven tales partículas están ahí y tienen determinadas interacciones. A pesar de que la ciencia no sea dogmática y que a medida que se descubre algo nuevo está corrige sus postulados errados, la fe siempre va a existir a la hora de intentar explicar un proceso de la naturaleza, del universo, ya que se va tener la certeza de que esa teoría probablemente sea correcta, aun sabiendo que puede estar errada y años más tarde va a ser corregida.

Por otro lado, la ciencia no es capaz de explicar actividades humanas que no cumplen con las leyes de la materia, por ejemplo, la conciencia, de la cual no hay alguna región del cerebro que sea responsable de ella; o por ejemplo, la poesía, la cual no se puede explicar como materia ya que no cumple con ninguna de sus cuatro leyes.  Con respecto a este punto, cabe resaltar y tener en cuenta lo que explicaba el sacerdote católico y astrofísico Manuel Carreira Verez, reconocido alumno de Glyde Cowan, el descubridor del neutrino. En primer lugar, Carreira explica que “la materia es solo y todo lo que actúa por una de las cuatro fuerzas del universo: gravitatoria, electromagnética, fuerza nuclear fuerte y fuerza nuclear débil. En este punto el explica que la conciencia o la poesía no puede ser explicada por alguna de estas cuatro fuerzas. Es decir, hay una actividad que no se puede explicar por las cuatro fuerzas del universo. Y esa actividad que no se puede explicar por las cuatro leyes de la materia representa una realidad distinta”. Ahora bien, esa realidad que no responde a las leyes de la materia puede ser considerada como la realidad concerniente al espíritu, entendiendo al espíritu como aquello inmaterial que no se percibe en esta realidad física sino en otra realidad, una realidad en donde se tiene contacto directo con un ser supremo, la realidad que le corresponde a Dios y a todo lo espiritual (Juan 4: 24 “Dios es espíritu)”, afirmando de esta forma la existencia de Dios si se ve desde esta perspectiva.

No obstante, la ciencia no solo no puede explicar determinadas actividades, en las explicaciones en las que sí se puede explicar determinadas actividades también hay cuestiones que no se han resuelto del todo, por más que se diga sí. Un ejemplo de esto es pretender encontrar una causa natural del origen del universo dentro de la realidad física, sin tener en cuenta que seguramente la realidad que existió antes del universo era distinta a la realidad física tal como la conocemos ahora. Un ejemplo de ello, es el físico del Instituto tecnológico de Massachusetts Lawrence Krauss, quien pretende explicar el universo de la nada. Krauss propone que el universo nació de fluctuaciones cuánticas ( son los procesos en los cuales los cambios de distribución de la   energía  en determinado punto del espacio permite la creación de partículas) y se desarrolló a sí mismo por medio de las leyes de la física cuántica. Ahora bien, como ya se dijo él afirma que el universo surgió de la nada, pero ¿Como entonces existían las fluctuaciones cuánticas siendo que estas se dan en un vacío, el cual es diferente a la nada? En primer lugar se debe diferenciar que es el vacío y que es la nada. El vacío, es aquel  en que, según la astrofísica (el vacío cuántico para ser más específico), existe energía, se desarrollan las leyes de la física cuántica y existe en este mismo vacío las fluctuaciones cuánticas que se propagan en las dimensiones del espacio tiempo de este vacío cuántico. En cambio en la nada no existe ni la energía, ni las fluctuaciones ni nada por el estilo. Y si antes del universo no existía ni la materia, ni las dimensiones de espacio tiempo a nivel de la realidad clásica ni de la realidad cuántica, ¿De dónde saldría toda la información que haría que a partir de las fluctuaciones cuánticas (las cuales ya representan la existencia de algo, por ejemplo, energía) se desarrollará el universo con todas sus dimensiones como las conocemos? Y sobre todo ¿Que produce las fluctuaciones cuánticas?

En este punto, cabe aclarar que las partículas elementales y las fluctuaciones cuánticas en ese vacío cuántico, van a depender de lo que expertos en el tema denominan realidad subyacente, no de la nada ni del azar; surgiendo también de dicha realidad,  probablemente, las mismas fluctuaciones cuánticas como resultado de un proceso de información subyacente que a su vez, después de haber dado origen a las fluctuaciones, les brindó la información para que a partir de estas se desarrollara nuestro universo. 

Consecuentemente, frente al tema de la realidad subyacente muchas teorías se han formulado, las cuales afirman, como previamente se venía describiendo , que las dimensiones de espacio tiempo son emergentes de procesos de información subyacentes, es decir, son derivados de procesos de una realidad oculta. Eso quiere decir, que el universo básicamente sería el producto de una realidad subyacente, de una realidad superior a la nuestra que configuró  la realidad  física en donde se desenvuelve nuestro universo (que abarca tanto la realidad clásica que es la que podemos percibir por medio de los sentidos y la realidad cuántica, que es aquella que se da a nivel subatómico) para que existiera la energía, la materia y las fluctuaciones cuánticas, de las que según Krauss nació todo el universo.

De esta forma, al provenir nuestra realidad de una totalmente distinta, podemos conjeturar que las realidades derivadas de esa realidad subyacente y superior, deben ser configuradas por la mente de un ser superior, y no simplemente por la nada o el azar. Esto a su vez abre campo a qué surjan otras teorías que afirman que otras realidades pueden surgir de esa realidad subyacente, es decir, que de esa realidad subyacente puede surgir un multiverso, dentro del cual cada universo puede funcionar totalmente distinto a los otros de acuerdo a la configuración que brinde esa realidad subyacente, que cada uno opere según cómo esas realidades sean configuradas por esa mente superior, en conformidad como se brinde la información para el nacimiento de un universo por medio de procesos de información subyacente.

Otro ejemplo de esto es lo concerniente a las leyes de la astrofísica y la mecánica cuántica y su papel en el nacimiento del universo. Se sabe cuales son los fundamentos de estas,  se sabe que explican de un objeto sus comportamientos y qué sucedería si estos no se comportan de esa forma. Sin embargo, no se analiza porque se dice que por medio de estas el universo se creó, siendo que aún no había  nada que pudiera ser descrito por una ley. Citando a John Lennox, matemático y filósofo de la universidad de Oxford, en este punto es importante establecer que “las leyes no son causas, son sólo descripciones de lo que hay. Una ley no tiene sentido si no existe lo que está describiendo. Por ejemplo, la ley de la gravedad no tiene sentido si no existe la gravedad”. Esto quiere decir que para que exista una ley debe existir algo que esté describiendo, y ese algo que será descrito con la ley tuvo que existir previamente, por lo cual, aquello que será descrito con esa ley tuvo que ser creado de modo que sus comportamientos fueran armónicos y perfectos para ser descritos por una ley, no pudo haber salido del azar y corresponder su vez a un sistema tan complejo.

Ahora bien, abordemos la idea previamente planteada de un multiverso, y supongamos que en los distintos universos que lo componen  las leyes fueran distintas a las de nuestro universo debido al comportamiento (descrito por una ley) de las partículas elementales (aquellas son las partículas que conforman la materia en un primer nivel, es decir, son la base de toda clase de materia en la realidad física del universo, las cuales a su vez no están conformadas por partículas más simples), teniendo en cuenta que las partículas elementales ya tenían que existir y tener un comportamiento para que de esta forma fueran descritas por una ley.

Supongamos que las partículas elementales sean las mismas en los dos universos, y que a pesar de ser las mismas partículas elementales tengan interacciones diferentes, y que, por lo tanto los dos universos paralelos, a pesar de tener las mismas partículas elementales tengan leyes distintas, ya que los comportamientos de estas mismas partículas son distintos. Ante este evento no se podría explicar porque las partículas elementales en este universo interactúan de una forma, y en otro universo actúan de una forma distinta a pesar de ser iguales. Si nos remitimos a la teoría del big bang, esta  solo permite explicar cómo se desarrolló el universo después del momento de expansión, más no la razón por la que las interacciones de las partículas elementales se dieran de esa forma y no de otra.

Se sabe cómo estas interacciones establecen el comportamiento de muchos elementos y objetos, se sabe que pasaría si las interacciones no se dieran de ese modo, mas no se sabe porque las interacciones en este universo se dan así y no de otro modo. Y en el caso en que se estableciera que las partículas elementales en otro universo fueran distintas a las de nuestro universo, y por eso también sus interacciones fueran diferentes y por lo tanto las leyes de ese universo también fueran distintas, no se podría explicar porque las partículas elementales de nuestro universo son unas, y las del otro universo son otras. La única explicación es que un ser superior determinará cómo sería la interacción de las partículas elementales en un universo y en otro y, por lo tanto, las leyes de cada universo, o bien, que este mismo determinará en qué universo existen ciertas partículas elementales y en qué universo existen otras partículas elementales. El azar o la nada no podrían designar un sistema tan complejo.

Consecuentemente, y empleando el argumento teleológico promovido por Socrates y Platón, las leyes de uno u otro universo, (enfoquémonos mejor en las del nuestro) no pueden surgir de la nada así como aquello que describen tampoco puede salir de la nada; siendo así este un sistema tan complejo que  no se puede dar por el azar, o, aun así se diera por el azar, no podría funcionar de una forma tan perfecta. Básicamente, del azar no puede surgir el orden, de la nada no puede surgir el todo. Un diseño tan complejo requiere de la mente de un ser supremo, el ser que puede configurar nuestra realidad a partir de procesos de información subyacentes, aquel que puede designar que las interacciones de las partículas elementales se den de un modo determinado y no de otro, y así, de este modo, describir aquello y sus comportamientos por medio de las leyes.

Obviamente, aquel ser supremo no va a estar todo el tiempo ordenándole a los planetas que giren sobre sí mismos o alrededor de una estrella, en aquellos casos que estos se encuentren orbitando una estrella, (también se debe considerar la existencia de los planetas errados que recorren el universo en vez de orbitar una estrella hablando en este caso de las leyes de nuestro universo), ya que, por eso a cada partícula, a cada elemento, a cada estrella, a cada galaxia se les asignan determinados comportamientos que pueden ser descritos por leyes, para que de esta forma estos se desenvuelven por sí mismos sin la necesidad de un titiritero. 

De forma semejante, el predicador capuchino de la casa pontificia, Raniero Cantalamessa, explica que “Dios estableció que tanto el ser humano como la naturaleza (el universo en general), se deben regir por la libertad, para que evolucionen según las leyes con las que fueron conformados por Dios (esto es para que evolucionen según las características y comportamientos que les fueron establecidos en el momento de su creación) Paréntesis fuera del texto original. Esto es lo que los científicos llaman causalidad y la biblia sabiduría natural”.

Ahora bien, siguiendo con el argumento teleológico, un ser superior va a tener un propósito al crear semejante sistema tan complejo. Generalmente, al hablar de propósito se habla del bien y el mal, un propósito bueno o un propósito malo. Sin embargo, en este caso el propósito va a ser el libre desenvolvimiento y la existencia de todo aquello descrito por las leyes. Qué mejor propósito que la existencia misma de aquello que ha sido creado.

Visto que lo concerniente a la existencia de Dios fue abordado de una forma superficial pero satisfactoria, se entrará en razonamientos de índole más espiritual y filosóficos, con respecto a temas como el mal y el libre albedrío en la creación.

El mal y el bien generalmente surgen como primer problema a la hora de establecer el propósito de la creación de Dios. Como ya dijimos el propósito de la creación de Dios es en sí misma la existencia de todo lo creado por él. Con este argumento no necesariamente se tiene que realizar un análisis de que es el bien y el mal ya que ese propósito sería uno neutro. Ahora bien, es necesario hablar del mal y del bien en el sentido de analizar cómo estos interfieren y afectan nuestra vida, para así analizar el impacto que estos tienen en nuestra naturaleza y nuestra existencia misma.

Durante la historia siempre han surgido preguntas referente al mal, como por ejemplo ¿Por qué existe el mal? ¿Cuándo surgió? De este modo, primeramente es necesario resolver las siguientes cuestiones: ¿Qué es el mal? ¿Cuándo surgió el mal?  ¿Es un derivado del bien? ¿La existencia del mal y del bien están entrelazadas?

De la existencia de Dios y el origen del mal
De la existencia de Dios y el origen del mal

-¿Qué es el mal?

Algo primordial en este punto es definir qué es lo bueno y qué es lo malo: lo malo es todo aquello que va en contra de las leyes y los designios de Dios; en cambio, lo bueno son todas las leyes y designios de Dios. Básicamente, según Santo Tomás de Aquino, el mal es la carencia de un bien debido, es la deformación de la voluntad dirigida a bienes indebidos, de una manera objetiva. No importa que para X tal cosa sea mala y para Z esa misma cosa sea buena, o esa cosa es buena o es mala objetivamente; en ese caso lo que va a ocurrir es que uno de los dos sujetos va a tener un juicio errado sobre la cosa. Y el garante de esa objetividad viene a ser Dios, el ser supremo. Solo existe el bien y el mal si existe de Dios, si él no existe no existe la verdad, y todo vendría ser baladí. En palabras del Padre José Antonio Fortea en la cuestión 151 de la Summa Daemoniaca : «El proceso de duda acerca de la verdad, e incluso acerca de si existe la verdad, puede ser llevado al infinito. Solo la existencia de un ser que sea el fundamento definitivo de la verdad puede poner fin a ese proceso infinito de duda».

Cabe aclarar, que, tal como lo dice el padre Fortea en la cuestión 153 de la obra referida, «el mal siempre se asienta en un ente, siempre se trata de la degradación de un ser concreto. El mal no existe en si mismo como ente. No existe la esencia del mal como ser. No existe el mal en estado puro. El mal siempre existe en una medida, la medida de la deformación, y por tanto siempre es limitado. Por eso es imposible que exista un Dios del mal. El concepto de ser infinito puede existir, no tiene contradicción en si mismo. Pero el concepto de mal, puesto que es una carencia, no puede existir de un modo infinito».

-¿Cuándo surgió el mal?

Para resolver esta cuestión es necesario remitirnos a la eternidad misma de Dios, en el que no existía la realidad material, ni siquiera el tiempo como lo conocemos. En ese momento está Dios, viviendo en su eterno presente. Él es, como Platón dice, la OUSIA de las cosas, es decir, es la OUSIA UNIVERSAL, es aquello que no cambia, el contenido de la Aletheia, es decir, la verdad, la realidad de donde surge todo, aquella realidad subyacente que por medio de los procesos de información subyacente configura el nacimiento de un universo. Ahora bien, cuando solo existe la Ousia universal, no existe el mal, solo la bondad y perfección de Dios. La dualidad del bien y el mal, esa dualidad contradictoria surge cuando los seres derivados de la OUSIA UNIVERSAL, es decir, seres derivados de Dios cobran vida, empiezan a existir, específicamente cuando estos seres deciden ir en contra de los designios de Dios por su propia voluntad. Empieza a existir específicamente en el «Evo», una especie de «tiempo» distinto al material, que es propio de los seres de naturaleza angélica, y que se mide según la sucesión de actos intelectivos y volitivos de estos seres, es decir, se mide según el antes o el después de la ocurrencia de uno de dichos actos. Allí, en ese Evo, es donde según las escrituras y tradición cristiana, se da la rebelión de Satán contra su creador.

-¿Es el mal un derivado del bien?

No, el mal no surge del bien. El mal no puede surgir de las leyes y mandatos de Dios. El mal surge como una contradicción del bien. Surge de la decisión que toman los hijos de Dios al no seguir las leyes de su padre supremo. Surge de la deformación de la voluntad de cada ser, dirigiéndola a fines y bienes indebidos

-¿La existencia del bien y el mal está entrelazada?

No necesariamente.  Si la humanidad siguiera las enseñanzas de Dios y en vez de alejarse de él se acercará, el mal no tendría porque existir. Aquí es necesario aclarar que cumplir las leyes de Dios en todo momento no siempre es fácil, el ser humano debe aprender a dominar ciertos impulsos naturales, y solo Dios es quien da las fuerzas a través de la gracia, para corregir y evitar que dichos impulsos naturales se vuelvan desordenados. Cabe aclarar que los impulsos e instintos naturales del cuerpo humano no son malos, la naturaleza humana no es mala por si misma, sino que debido al pecado original de la caída y la tendencia al mal, estos instintos pueden llegar a ser desordenados, contrarios al correcto orden de la voluntad de Dios.

De este modo al haber resuelto estas preguntas podemos empezar a abordar los temas que se derivan a partir de otras preguntas.

Algunas preguntas que surgen con respecto a las posturas judeocristianas de la creación son: ¿Al ser creados los humanos a imagen y semejanza de Dios, y al ser algunos malos se puede decir que Dios tiene una parte buena y una parte mala?

¿Si Dios creó a la humanidad a su imagen y semejanza porque los humanos no son perfectos? 

La primera pregunta ya tiene la respuesta en las tres preguntas anteriores. Los seres humanos nacen buenos y ellos son los que escogen ir en contra de las leyes de Dios, es decir, optan por el mal. Con respecto a la segunda pregunta, se debe decir que todos somos hijos de Dios, somos derivados de la OUSIA, somos el derivado de una esencia superior. Al ser nosotros un derivado de la Ousia tenemos un poco de esta esencia. Sin embargo, obviamente esta no es la misma esencia de Dios, es decir, no es la esencia pura, por lo cual ningún ser derivado de él es perfecto, precisamente porque ningún otro ser tiene la naturaleza divina que es la esencia de Dios. Eso genera a su vez que no se esté en la capacidad de entender a Dios en su totalidad. No tenemos la capacidad de entender el porqué de sus decisiones y mucho menos no tenemos la capacidad de distinguir y elegir siempre lo bueno por encima de lo malo.

Consecuentemente, ningún ser derivado de Dios es perfecto, así sea de una naturaleza humana superior a la de los humanos, tales como los arcángeles, ángeles y querubines, quienes fueron creados para ser unos honorables y fieles siervos del señor.

No obstante, aunque no seamos perfectos, Dios si nos dio un regalo maravilloso, el cual, de la mano de la gracia de su gracia, nos da la posibilidad de elegir entre lo bueno y lo malo, junto con todas las consecuencias derivadas de aquello. Aquí llegamos al punto en el que es importante hacer una pequeña mención a aquel precioso regalo, el libre albedrío, aquella libertad que Dios le dio a sus hijos para que escogieran seguir las leyes y mandatos de él o no. Dios no creó esclavos, creó seres pensantes con raciocinio que sean capaces de forjar su propio destino. Y he aquí uno de los motivos por los cuales Dios no acaba con el mal definitivamente. Si acabará con el mal acabaría con la libertad, y al acabar la libertad ya no seríamos humanos sino lacayos de un ser superior, máquinas al servicio de un patrón. En este mismo sentido es que encontramos la grandeza de escoger el bien. Es grande quien escoge el bien ya que pudo haber escogido el mal.

Ahora bien, ¿Por qué los humanos, así no sean perfectos, escogen el mal siendo que si bien no son una sustancia pura si son una derivada de la gran OUSIA?

En primer lugar esto se debe a la caída de la naturaleza humana. En el momento en que Adán y Eva quisieron ser dioses al pretender determinar que es el bien y que es el mal (que es la interpretación metafórica del fruto del árbol del bien y del mal) la naturaleza humana quedó herida, a tal punto que en muchas ocasiones se tiene una tendencia al mal en la soberbia de pretender definir lo bueno y lo malo. No obstante, el sacrificio de Cristo en la cruz viene a ser la medicina para esa enfermedad, la cura para esa herida, dependerá de cada uno si quiere tomar esa medicina o no.

Por otro lado, podemos encontrar otra respuesta en la filosofía clásica que no es contradictoria con la anterior solución, solo que tiene un enfoque más práctico, (especialmente referido a la crianza de los hijos). Según esta, (específicamente la aristotélica), los seres humanos tienden a escoger el bien y el mal según su carácter. Algo determinante para escoger el bien o el mal, es el forjamiento del carácter. Para Aristóteles el Character (carácter) es nuestra marca en la vida. De ahí que, para forjarlo, debemos actuar y repetir nuestros actos hasta que se convierta en hábito (Hexidsike). No obstante, se debe tener en cuenta que los actos que tenemos que repetir son aquellos que valen la pena, aquellos que tengan que ver con  Kalos (belleza), Agathos (nobleza), y la Andreia (valor, coraje, valentía).

Así, los humanos, en el primer momento, tal como lo hace un bebe con su madre, nos decidimos por Dios (a pesar de la herida en nuestra naturaleza). Sin embargo, con el pasar del tiempo, ya sea, por ser pasivo, o por la curiosidad en ocasiones disfrazada de conocimiento hacia lo oculto, se decide tomar el camino del mal, es decir, se forja el carácter pero no con los actos que valen la pena sino con los que son todo lo contrario.   De una forma u otra  sabemos la consecuencia de escoger el bien, pues al estar con Dios y seguir sus leyes todo saldrá bien según sus divinos planes. Sin embargo, al escoger el camino del mal se supone que las consecuencias serán malas (aunque en apariencia parezcan buenas), pero aun así se escoge, ya sea porque en verdad se desconocen  dichas consecuencias o por la soberbia propia que va en contra de las leyes de Dios. Los seres que escogen ese camino son aquellos que en cierta forma no están contra Dios pero tampoco están con él, aquellos que no han forjado su carácter, y que más adelante debido a su ambivalencia y tibiez lo van a forjar con actos que no valen la pena; por eso no tienen  o no quieren tener la capacidad para ver el amor y las enseñanzas que Dios tiene con sus hijos, entre las cuales están la disciplina y los correctivos, los cuales son necesarios puesto que son una guía para acercarnos a la perfección, ya que, aunque nunca seremos perfectos, pues el único perfecto es Dios, nos convertiremos en mejores seres mediante la corrección de nuestros errores, forjando nuestro carácter con actos que valen la pena.

Y lo que estas circunstancias conllevan es que cuando estos seres  no quisieron conocer más a Dios a profundidad, cada vez que el les da un correctivo con el fin de mostrarles una guía para que escojan el camino del bien, ellos lo van a tomar como un acto de mezquindad por su parte, y por ende cada vez más se van a alejar de él y van a continuar forjando su carácter con los actos contrarios a los mandatos de Dios. Teológicamente, Dios concede su gracia de arrepentimiento a estos seres con el fin que vuelvan a guiar su voluntad correctamente, no obstante, llega un punto en que él la deja de conceder, pues estos seres para poder superar y rechazar cada vez la gracia dada por Dios, se oponen más y más de una manera feroz, al punto que para poder superar esa gracia de Dios, su intelecto y su voluntad se empiezan a deformar. Entonces Dios, para evitar que ellos se sigan deformando, prefiere dejar de enviar gracias, prefiere dejar en «paz» a estos seres lejos de su presencia, lo que vendría a ser el infierno.

En conclusión , aspectos como la existencia de Dios, y la incidencia del mal en nuestras vidas, han sido tratados no de la forma más exhaustiva posible pero si con el rigor suficiente, por lo cual el principal cometido de este artículo ha sido cumplido. Vimos que un sistema tan complejo como el que rige del universo no puede darse a partir del azar, y por lo tanto se necesita de un ser supremo. Vimos también cómo el mal no está entrelazado con el bien, y el cómo y el cuándo del nacimiento de este como una contradicción del bien, mas no como un derivado. De esta forma se ha cumplido con el objetivo de razonar sobre la existencia de Dios y el origen del mal, no como se pudo haber pretendido, pero sí como las circunstancias lo permitieron. 

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