La decadencia moral es un tema de gran importancia en estos tiempos oscuros, donde las pautas morales parecen haberse desviado y el relativismo sopla con una fuerza implacable. El objetivo de estas palabras es aclarar los aspectos de este fenómeno, profundizando en los valores judíos que han sido la base de la estructura moral de la civilización durante muchos siglos.
En la tradición judía, la moralidad no es un concepto abstracto que se limita a la reflexión filosófica, sino que es una práctica cotidiana y una disciplina que se expresa en la Halajá, la ley judía, y el Mussar, la ética y el desarrollo personal. La Halajá no solo regula aspectos religiosos, sino que también influye en todas las facetas de la vida cotidiana, transmitiendo un sentido de gran contenido moral y práctico de la virtud, un comportamiento en resumen, que se ajusta a las leyes del cosmos promulgadas por el Eterno.
Por ejemplo, la observancia del Shabat no es simplemente una interrupción del trabajo; es una afirmación semanal de la dignidad humana, un momento de descanso y reflexión, enfatizando la importancia del equilibrio y la armonía.
La decadencia moral se infiltra en la sociedad como un cáncer, erosionando los valores que sustentan la cohesión de nuestra sociedad. La idea de un código moral objetivo se diluye en una época en la que el hedonismo y el materialismo se consideran virtudes. La moral se convierte en una cuestión de preferencia personal, mientras que la verdad se relativiza, perdiendo su capacidad de orientación.
En realidad, este relativismo moral, que se presenta posmodernamente bajo el disfraz de la tolerancia y la diversidad, despoja a la sociedad de un ancla moral y de un faro al cual dirigirse.
Los valores judíos se presentan entonces como una fuente de esperanza en medio de esta decadencia, ya que brindan principios sólidos que orientan a la humanidad hacia una ruta de rectitud y virtud. Entre estos valores se encuentra la idea de Tikkun Olam, o la reparación del mundo, que es un deber moral para todo judío. La verdadera moralidad judía no se limita a la introspección y la piedad personal; sino que requiere una participación activa en la mejora del mundo, una responsabilidad colectiva por el bienestar de la humanidad y el servicio a los demás.
De otro lado, el principio de Tzedek, que significa justicia, se erige como un pilar esencial. En la opinión de los judíos, la justicia es un deber divino que requiere equidad, imparcialidad y compasión, y no solo una cuestión legalista. La justicia, representada en las enseñanzas de los profetas, busca una sociedad donde los desfavorecidos no sean olvidados, donde la riqueza no sea un fin en sí mismo, sino un medio para crear una comunidad justa, y donde el espíritu individual y comunal se cultiven profundamente.
Todos estos escritos y enseñanzas alientan a no comer demasiado y a hacer la caridad, exigiendo por ejemplo dedicar una decima parte de sus ingresos para fines caritativos. Además, nos explican la importancia de los bienes privados y la lección del valor infinito e irreductible de la familia.
En resumen, la decadencia moral que afecta nuestra época es una exhortación urgente a recuperar valores que van más allá de tendencias temporales y deseos personales y mundanos. Los valores judíos, que enfatizan la acción moral, la justicia y la responsabilidad individual como colectiva, ofrecen una brújula que ha guiado a la humanidad durante más de cuatro mil años hacia un futuro de virtud y rectitud.
La sabiduría milenaria de la tradición judía no solo brinda soluciones, sino también herramientas prácticas para que cada persona, familia, comunidad, país y sociedad puedan elevarse y alcanzar la bondad, convirtiéndose en creadores y participes de un mundo elevado.
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