Nunca Habrá paz
La perspectiva de paz eterna parece ser una quimera inalcanzable. Como ferviente sionista, y partidario de la salvaguarda ideológica[1] y política del derecho de establecer y preservar un hogar judío, el único Estado judío, en la tierra ancestral de Israel, tal como cualquier otra nación en el planeta, es pertinente reconocer que la idea original de un Estado judío, instituido por las Naciones Unidas, desde su concepción ha demostrado una serie de falencias que han catalizado y exacerbado la violencia que se vivió en tiempos antiguos y que hoy en día, resurge con una intensidad particularmente aguda, por ello tal vez Nunca habrá paz.
Es indiscutible que el terrorífico ascenso del nacionalsocialismo de Hitler y los Nazis[2], sumado a dos milenios de implacable persecución[3], han desnudado la vulnerabilidad inherente de la existencia judía, tanto en su dimensión física como espiritual. Por ende, la necesidad de un estado donde los judíos pudieran vivir liberados del constante temor de ser lastimados o incluso aniquilados, simplemente por su condición de ser judíos, se tornó una premisa ineludible.
Sin embargo, fue necesaria la inminencia de un suceso que rozaba el exterminio total de los judíos, no tanto para convencer a la comunidad internacional de la necesidad de establecer una patria propia para ellos, sino para que los propios judíos comprendieran la imperiosa importancia de regresar a la tierra que les habían arrebatado en tiempos remotos. Esta dolorosa verdad no fue una elección, sino una revelación que emergió de las sombras más profundas de la adversidad, marcando un nuevo capítulo en la historia de su pueblo.
Entonces surge la interrogante: ¿bajo qué términos se estableció dicho hogar nacional? En un primer término, la ONU[4], de manera autónoma y arbitraria, disminuyó y cercenó el territorio, cediendo a los caprichos de las grandes potencias. Estas, en otrora, no solo rehusaron colaborar con los judíos en la creación de un hogar nacional en Palestina, sino que, en un acto desdeñable, hicieron todo lo posible por obstaculizar dicho proceso.
Así mismo, en segundo lugar, Belén, la urbe del rey David, quedó bajo el dominio de los goyim -no judíos-. Sin mencionar Hebrón, donde reposan los patriarcas, actualmente enclavada en territorio árabe, y para añadir a la contienda, la mitad de Jerusalén fue seccionada[5]. Antes de que el mundo conociera el cristianismo, siglos antes de que existiera un indicio del nacimiento del islam, los judíos ya llevaban siglos con Jerusalén como su capital, como su epicentro espiritual, cultural y político. En conclusión, aquel Israel de 1948 era una tierra mermada, dividida, amputada si se prefiere.
«Ver a Jerusalén es ver la historia del mundo; todavía más, es la historia de la tierra y el cielo»
Benjamín Disraeli, Primer Ministro británico (1804-1881), Tancred or A New Crusade (1847) por Benjamín Disraeli.
Además, para rematar, se dejó a los escasos cientos de miles de judíos que habían migrado a la entonces Palestina su propia defensa, muchos de ellos combatientes inexpertos, frente a ejércitos regulares. Ante dicha fragilidad manifiesta, al día siguiente de la fundación de Israel, todas las naciones que rodean a Israel decidieron negar su derecho a existir como Estado[6], incluso como lo declaró en su momento el gran muftí de Jerusalén[7] -árabe- “para terminar lo que los nazis habían comenzado”.
No obstante, la fuerza avasallante de la necesidad supera la lógica de la razón, tal y como plasmó con maestría Victoria Santacruz en sus versos. En ocasiones, uno puede sentir cómo retrocede, cómo se tambalea al borde del abismo, y es en ese punto de no retorno donde nos asalta la dolorosa verdad: hemos retrocedido hasta el límite, y se hace imperioso actuar, entrar en batalla, tal vez hasta abrazar la muerte, pero siempre en nombre de un futuro.
Un futuro que quizás no sea para nosotros, sino para aquellos que nos seguirán y sucederán. De ahí que el pueblo judío aceptó, con un amargo sabor en la boca, la desgarradora división propuesta por las Naciones Unidas, una decisión que, sin embargo, no fue compartida por los pueblos árabes.
Con todo, Israel quiere existir como un estado judío y vivir en paz, pero Israel también reconoce el derecho de los árabes-palestinos a tener su propio estado y a vivir en paz, esto se ha manifestado desde el día mismo en que se fundó el Estado, cuando David Ben-Gurion[8] dio su famosos discurso, además de los múltiples acuerdos incumplidos por los árabes, como el de Camp David y Oslo[9], el problema, sin embargo, es que la mayoría de los árabes al igual que muchos musulmanes no reconocen el derecho a existir del estado judío en Israel, y esto es cierto desde 1947 cuando las naciones unidas voto a favor de dividir la tierra conocida como Palestina, en un estado judío y un estado árabe adicional, cercenada ya por los propios ingleses y los árabes, que vendieron a precios exorbitantes tierra a judíos.
Cuando el mandato británico[10] se desvaneció el 15 de mayo de 1948, los ejércitos de todos los estados árabes vecinos –Líbano, Siria, Irak, Transjordania y Egipto– se lanzaron con ferocidad contra el recién nacido Estado de Israel, con el único objetivo de aniquilarlo[11]. Pero, para perplejidad del mundo entero, el pequeño infante, recién llegado a este escenario de conflictos, se aferró a la vida con tal ímpetu que dejó atónitos a los árabes y, sobre todo, a sus propios compatriotas judíos. Este acontecimiento ha sido posteriormente considerado por muchos como un verdadero milagro, una señal divina de redención.
Desde aquel instante, cuando el mundo árabe estimó como ilegítima la resolución de la ONU, los hechos han subrayado una desoladora realidad: una facción desea la aniquilación del otro, y no descansará hasta alcanzar su objetivo. No reconocen el mismo derecho que ellos tienen, el derecho de los judíos a formar un estado, sin tener en cuenta que ya existen 21 estados árabes que se extienden desde el océano Atlántico hasta el océano Índico. Sin embargo, solo existe un estado judío en el mundo, cuyo tamaño es apenas comparable al del departamento de Cundinamarca en Colombia[12].
Por ende, ellos están convencidos de que pueden volver a expulsar a los judíos, al igual que otros lo hicieron en el pasado, incluso ellos mismos. Tal como sucedió en la guerra del Templo[13], tal como sucedió con Bar Kojba[14]; solo descansarán cuando los judíos desaparezcan. Albergan la creencia de que su destino será similar al de los cruzados y que, con el mero transcurso del tiempo, podrán expulsarlos de esta tierra que consideran únicamente suya. Sin embargo, esta era tierra de los judíos incluso antes de que ellos mismos se identificaran como tal, en una época donde no había ni un solo árabe en todas las naciones circundantes.
Por otro lado, aunque el primer intento del mundo árabe por erradicar el Estado judío se desmoronó en un estruendo de fracaso, los árabes no claudicaron en su empeño. Más tarde, en 1967[15], el dictador egipcio Gamal Abdel Nasser[16], con una frialdad escalofriante, anunció su plan «para destruir Israel». Este anuncio condujo a la movilización de tropas en la frontera con Israel, y simultáneamente, los ejércitos de los países árabes vecinos se dispusieron para lanzar el golpe de gracia. Sin embargo, Israel, anticipándose al peligro inminente, atacó Egipto y Siria. Israel no atacó Jordania y suplicó al rey que no se uniera a la guerra, pero este hizo caso omiso. Esta fue la única razón por la que Israel tomó control de las tierras de Jordania, concretamente la franja occidental del río Jordán.
Poco después de la guerra y su consecuente derrota, de nuevo para los estados árabes, se reunieron en Khartoum, Sudán, y proclamaron sus infames «tres nos»[17]: no al reconocimiento, no a la paz y no a las negociaciones. ¿Qué se suponía que debía hacer Israel, acorralado en un callejón sin salida diplomática, con un enemigo que había jurado destruirlo?
Es pertinente recordar que, más de una década después, en 1978, Israel pese a todo, devolvió la vasta península del Sinaí[18]. Un territorio de inestimable valor histórico y espiritual, allí fue entregada la Torah, además, cuenta con una extensión de tierra más grande que Israel mismo, rica en petróleo y gas, recursos que escasean en Israel. Lo hizo con una única condición: la paz.
Israel siempre ha estado dispuesto a seguir un camino similar con los árabes-palestinos. Sin embargo, es bien sabido que, en el derecho internacional, la negociación no solo implica entregar, sino también ceder. Y la condición «irracional» que Israel siempre ha solicitado es que los árabes-palestinos reconozcan su derecho a tener un estado, al igual que ellos, y, sobre todo, se comprometan a vivir en paz.
«Si queremos alcanzar una situación de paz verdadera, que dure por generaciones, tendremos que hacer dolorosas concesiones. No intercambios de promesas, sino intercambios de paz».
Pero la soberbia y el fundamentalismo han prevalecido. Cuando Israel ha propuesto intercambiar tierra por paz, como lo hizo en el año 2000 al acordar conceder a los árabes-palestinos un estado soberano con más del 95 por ciento de Cisjordania, el líder palestino rechazó la oferta. En su lugar, respondió enviando oleadas de terroristas suicidas a Israel. Se ofrece paz, y se recibe muerte. Así ha sido siempre.
Por otro lado, en la bifurcación de la identidad árabe-palestina, emanó una dualidad gubernamental; por un lado, un dominio civil en Cisjordania y, por otro, un régimen teñido de terrorismo y fundamentalismo en Gaza. Este último escenario vio la consolidación del grupo terrorista Hamas[19] como una entidad todopoderosa en la franja, un autócrata que impone su voluntad sobre los medios de comunicación y el sistema educativo, inculcando en su población una retorcida ideología que permea su cultura. Esta propaganda, sin embargo, no solo deshumaniza a los israelíes, sino que demoniza a todos los judíos y glorifica a los terroristas y violadores.
Estos líderes que gobiernan Gaza, que dicen amar la muerte -aunque claro, no la suya propia- tanto como los judíos aman la vida, han orquestado un panorama desolador para los habitantes de Gaza. Son ellos quienes han concebido estratagemas de guerra detestables, manipulando la inocencia de los niños, usándolos como carne de cañón y escudos humanos. Cuando el fuego alcanza a estas pequeñas víctimas, se apresuran a etiquetar a los israelíes como asesinos de niños. Sin embargo, la mayor ironía radica en que esta acusación proviene de aquellos que han perpetrado atrocidades inimaginables, violando a mujeres en aldeas enteras en el Líbano, Israel o ametrallando a inocentes por la mera circunstancia de su fe cristiana o judía[20].
Este es el lamento de una tierra dividida, un relato de horror y desesperación, donde los manipuladores de la realidad se esconden detrás de la cortina de la propaganda, alentando el odio y la violencia, y sacrificando la inocencia en el altar de su agenda fanática.
Es imperativo señalar el caso del Líbano como un testimonio sombrío de la multiplicación del terrorismo. Esta nación, que una vez fue una joya de belleza y cultura, se desmoronó cuando Arafat y sus aliados musulmanes aprovecharon la oportunidad para perpetrar una masacre masiva de cristianos[21], con la intención de forjar un régimen al estilo de Irán. La combinación de Irán, el integrismo islámico y el terrorismo palestino es, en la actualidad, una amenaza más alarmante que los ejércitos árabes que intentaron destruir Israel en el pasado.
Sé que hay quienes ven a estos individuos como paladines de la libertad y la autodeterminación de las naciones, pero la realidad es que no son más que una turba de asesinos y violadores, que se esconden detrás de mujeres y niños para escapar de la persecución de los soldados y de la justicia.
«Israel existirá, y continuara existiendo, hasta que el Islam lo destruya, de la misma manera
Hamás
que destruyó a otros en el pasado»
Abordando la cuestión de los llamados palestinos, quisiera recordar brevemente la historia de esta tierra.
Antes del Estado de Israel actual, hubo una sucesión de imperios y estados: el Mandato Británico, el Imperio Otomano, el estado islámico de los mamelucos de Egipto, el Imperio árabe-kurdo Ayubí, el Reino Franco y Cristiano de Jerusalén, los imperios Omeya y Fatimí, el Imperio Bizantino, el Imperio Sasánida, el Estado Hasmoneo, el Imperio Seléucida, el Imperio de Alejandro Magno, el Imperio Persa, el Imperio Babilónico, los Reinos de Israel y Judá, el Reino de Israel, la teocracia de las doce tribus de Israel, y un conglomerado de ciudades-estado cananeas independientes. En esta tierra, ha habido casi todo, excepto un estado palestino.[22]
Esta tierra, que ha sido testigo de la ascensión y caída de imperios, que ha sobrevivido a la conquista y la liberación, nunca ha visto la creación de un estado palestino. Es un hecho histórico que no debe ser ignorado o tergiversado.
Ahora bien, los palestinos, como entidad distinta, no han existido históricamente como un pueblo. Existieron los egipcios, los sirios, los árabes, pero los palestinos como tal, surgieron como una entidad en oposición a los judíos. Esta identidad parece ser el motor de su existencia, y la ironía es tangible, pues aquellos que se consideran sus hermanos de raza y religión les han negado constantemente el reconocimiento, son tratados como ciudadanos de segunda clase, en miseros campos de refugiados y 2 y 3 generaciones después siguen sin derechos en los países de sus hermanos árabes.
Sin embargo, en un gesto de magnanimidad, Israel ha reconocido el derecho de los árabes-palestinos a tener un Estado propio, a pesar de que estos últimos no aceptan que los judíos también puedan tener uno. Desde mi perspectiva, no importa si Israel es legítimo o no, si es el resultado de una ocupación, si el pasado milenario de los judíos e israelitas cuenta o no.
Incluso si asumimos que Israel, como argumentan los antisionistas[23], es un error, que debe desaparecer, y que los palestinos deben regresar a su tierra injustamente arrebatada, eso ya no importa. Porque la realidad es que hoy existe un Estado judío llamado Israel. No podemos simplemente pensar que desaparecerá, que 75 años de progreso y desarrollo se desvanecerán, o que los judíos modernos volverán a la diáspora o se dejarán asesinar sin luchar.
Es esencial entender que existe un Estado, Israel, y este hecho no puede revertirse. Este es el gran obstáculo que los árabes parecen no comprender: la existencia de Israel no puede simplemente ser borrada – aunque es su anhelo más profundo-[24]. La realidad debe ser enfrentada y la coexistencia pacífica debe ser buscada, en lugar de la destrucción y la negación de la historia, pero esto no se les pasa por la cabeza a los árabes-palestinos.
«Israel no fue creada para desaparecer. Israel perdurará y florecerá. Es el producto de la esperanza y el hogar de los valientes. No puede ser quebrada por la adversidad ni desmoralizada por el éxito. Lleva el escudo de la democracia y honra la espada de la libertad»
John F. Kennedy
Reflexionemos, en última instancia, sobre dos hipotéticas situaciones, que nos postula Dennis Prager, ¿Qué ocurriría si Israel, de repente, depusiera sus armas y anunciará que no luchará más? ¿Y qué sucedería si los países árabes que rodean a Israel hicieran lo mismo y declararan que ya no combatirán más? En el primer escenario, la consecuencia inmediata sería la desaparición del Estado de Israel y una masacre de la población israelí. En el segundo caso, la paz florecería como un jardín en plena primavera.
De ello, podemos señalar que los desafíos contemporáneos encuentran sus raíces en la manera en que la tierra fue distribuida, marcada por la improvisación de la comunidad internacional. La falta de consideración por las dimensiones religiosas y étnicas de la región ha acentuado las tensiones.
En conclusión, la coexistencia pacífica es un ideal noble y necesario, aunque las tensiones geopolíticas, religiosas y étnicas presentan desafíos monumentales que a veces hacen que tal aspiración parezca inalcanzable. La existencia de Israel es una realidad irrefutable y no puede ser ignorada ni borrada. Sin embargo, la búsqueda de la paz es un camino arduo y tortuoso, y lamentablemente, parece que una de las partes involucradas no está dispuesta a transitar por él. No desean negociar, no aspiran a la paz, sino que parecen estar obsesionados con la idea de destruir y exterminar a sus adversarios como queda demostrado desde el día uno desde la fundación de Israel.
La historia nos ha enseñado una lección ineludible: la guerra y el conflicto solo generan más sufrimiento y destrucción. La paz, en contraposición, abre las puertas al progreso, a la cooperación y aun futuro mejor para todos. Pero en esta circunstancia, dados los antecedentes, parece que la paz es un horizonte que no se deja ver, inexistente, mientras una parte quiera ver muerta a la otra, mientras su motivación sea la de odiar, la de asesinar y destruir, en tanto eso sea verdad, nunca habrá paz.
El pueblo israelí ha demostrado que es posible hacer la paz, que la paz abre las puertas a una economía y una sociedad mejores, que la paz no es sólo una plegaria. La paz está antes que todo en nuestros rezos, pero es también la aspiración del pueblo judío, una genuina aspiración por la paz…»
Isaac Rabin
[1] Entiéndase como la perspectiva sionista que nace en el seno del judaísmo, antes de convertirse en un movimiento político.
[2] Antisemitismo. Yad Vashem. The World Holocaust Remembrance Center. https://www.yadvashem.org/es/holocaust/encyclopedia/antisemitismo.html
[3] Antisemitismo: Las Lecciones de la Historia. UNESCO. (2020, January 21). https://es.unesco.org/courier/2018-1/antisemitismo-lecciones-historia
[4] Organización de Naciones Unidas, es una organización internacional fundada en 1945 tras la Segunda Guerra Mundial por 51 países que se comprometieron a mantener la paz y la seguridad internacional, fomentar entre las naciones relaciones de amistad y promover el progreso social, la mejora del nivel de vida y los Derechos Humanos.
[5] United Nations. https://unispal.un.org/pdfs/97-24262f.pdf
[6] Gil, A. (2023, October 13). La Primera Guerra árabe-israelí. Descifrando la Guerra. https://www.descifrandolaguerra.es/la-primera-guerra-arabe-israeli/
[7] Dalin, D. G., Rothmann, J. F., & Denbowltz, A. (2017). Icon of evil: Hitler’s mufti and the rise of radical Islam. Routledge.
[8] Vanguardia, A. L., Ramón Álvarez D. B. (2020, March 20). Ben Gurión y la Proclamación del Estado de Israel. https://www.lavanguardia.com/historiayvida/20200320/474206373645/ben-gurion-proclamacion-israel.html
[9] Berta Erill Soto (2023, October 20). Acuerdos de Oslo, de la Esperanza Por La Paz Al Fracaso. historia.nationalgeographic.com.es. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/acuerdos-oslo-esperanza-por-paz-fracaso_20363
[10] Shraga. (2017, May 10). [historia judía #64] el mandato británico. AishLatino.com. https://aishlatino.com/el-mandato-britanico/
[11] O’Ballance, E. (1959). La guerra árabe-israelí. Jano.
[12] El área total del Estado de Israel es de 22.145 km2, de los cuales 21.671 km2 son superficie terrestre, por su parte, el departamento de Cundinamarca posee una extensión territorial de 22.434 km2
[13] Risco, V. (2005). Historia de los judíos: Desde La destrucción del templo. Editorial Maxtor.
[14] Elena Castillo (2023, October 9). Bar Kokhba La última guerra de los judíos contra roma. historia.nationalgeographic.com.es. https://historia.nationalgeographic.com.es/a/bar-kokhba-ultima-revuelta-judia-contra-roma_15438
[15] BBC. Guerra de los seis días: El conflicto Relámpago Ocurrido Hace medio siglo Entre Israel, Egipto, jordania y Siria Que Cambió para siempre medio Oriente. BBC News Mundo. https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-40139818
[16] DeChancie, J. (1988). Gamal Abdel Nasser. Chelsea House Publishers.
[17] AlcoverroBeirut, T. (2020, December 30). La Disolución del Juramento de Jartum contra Israel. La Vanguardia. https://www.lavanguardia.com/internacional/20201230/6156433/israel-paises-reconocimiento-disolucion-juramento-jartum.html
[18] BBC Mundo | Breve Historia del Estado de Israel. BBC News. https://www.bbc.co.uk/spanish/specials/1019_israel/page6.shtml#:~:text=En%20septiembre%20de%201978%2C%20Egipto,bilateral%20entre%20Israel%20y%20Egipto.
[19] Sergio Parra (2023, October 31). Qué Es Hamás y otras claves para entender el conflicto entre Israel y Palestina. www.nationalgeographic.com.es. https://www.nationalgeographic.com.es/mundo-ng/guerra-entre-israel-hamas-claves-para-entender-conflicto_20837
[20] La Masacre de los cristianos libaneses en la Ciudad de Damur (año 1976) Por Islamistas de la Olp Yasser arafat. Военное обозрение. (2010, November 19). https://es.topwar.ru/2346-reznya-livanskix-xristian-v-gorode-damur-1976-god-islamistami-iz-oop-yasira-arafata.html
[21] Ibid.
[22] Editorial Alma, Grandes civilizaciones del pasado. Israel
Krämer, G., & Luis, G. A. J. (2017). Historia de Palestina: Desde la Conquista Otomana hasta la Fundacion del Estado de Israel. Siglo XXI.
Montefiore, S. S., & María, S. P. R. (2012). Jerusalén: La Biografía. Crítica.
[23] Pérez, S. H., & Autor de la publicaciónEscrito porSantiago Pérez Hernández. (n.d.). Antisionismo es antisemitismo. Hasagotlex. https://hasagotlex.com/2023/11/18/antisionismo-es-antisemitismo-2/
[24] https://www.abc.es/historia/abci-olvidada-carta-fundacional-hamas-1988-judio-esconde-detras-y-matalo-201905090110_noticia.html
Con el apoyo de:
Artículo inspirado en las palabras y textos de: César Vidal, Dennis Prager y María Luiza Tucci Carneiro
Un ensayo profundo y fundamentado con respaldo, comparto con el autor
Que gran frase, «Cuando los árabes amen a sus hijos, más de lo que nos odian a nosotros, entonces tendremos paz“