El culto a la personalidad en el socialismo, es por antonomasia la muestra de la parafernalia mas evidente en este tipo de ideologías, el amor, la devoción, miedo y el respeto a los dirigentes, ha sido utilizada esta como un elemento fundante de los gobiernos de este corte; lo hemos visto a lo largo y ancho del planeta, china con Mao, la antigua URSS con Lenin, Corea del Norte con la dinastía Kim, Cuba con Castro, Venezuela y Chaves.
Uno podría preguntarse: ¿Por qué sucede este fenómeno? ¿Por qué esa devoción ferviente hacia los líderes revolucionarios? ¿Por qué esa entrega, casi mística, hacia figuras carismáticas que parecen tener la capacidad de mover montañas, de cambiar el rumbo de la historia?
La raíz de este culto a la personalidad descansa en una concepción idealista de la historia, donde el curso de la misma no es determinado por la acción colectiva de las masas populares, sino por los deseos y la voluntad de los «grandes hombres». Hablamos de caudillos militares, héroes e ideólogos destacados que, con su fuerza de voluntad y su visionaria percepción, parecen ser capaces de alterar el curso del río de la historia.
Este culto a la personalidad es, en esencia, un sofisticado instrumento de manipulación. Se trata de una exaltación, una elevación a dimensiones casi religiosas o sagradas de figuras de líderes carismáticos en la sociedad.
En consecuencia se crea la idea de que es gracias a ellos que se superan las crisis, que gracias a ellos se ha mejorado el estilo y la calidad de vida, que por su intervención la economía ha crecido y que sin ellos todo se desmoronará. Se posiciona al líder en una esfera supraterrenal, se le eleva al rango de divinidad. Así, oponerse al líder no es ir en contra de una persona, sino desafiar a un dios, a un mesías.
No es exclusivo de las dictaduras, aunque es en ellas donde más comúnmente se observa, tanto de derecha como de izquierda. Sin embargo, no es infrecuente verlo en estados democráticos, especialmente en sistemas presidencialistas, cuando no existe un verdadero contrapeso al poder del presidente, generando una autocracia y, consecuentemente, una dictadura.
Hoy día, vemos un reflejo de esta tendencia en el país que une el sur con el centro de América. Una adoración casi divina y profética del único que, según las masas, puede salvar a este país de la desgracia, de la crisis, de la pobreza. Solo él podrá hacerlo, profetizan.
Esta es una de las principales debilidades que aquejan a Latinoamérica y a los sistemas presidenciales, o más bien presidencialistas, del tercer mundo: la ciudadanía deposita su esperanza en las personas, y no en las instituciones ni en las ideas o ideologías.
Esto conlleva un problema de gran magnitud: poner toda la fe en un hombre, genera dependencia. El estado prosperará mientras él o ella estén en el poder, de ahí la necesidad de que se perpetúen en el mismo. Si se van, si son reemplazados, el sistema construido sobre la confianza al líder se desmorona.
Confiar plenamente en las personas, creer que el futuro depende de un solo ser humano o de un puñado de ellos, es condenar a las sociedades a un ciclo de dependencia y desilusión. El ser humano es efímero, temporal, las mentes se desvían, los cuerpos mueren.
En contraposición, las instituciones sobreviven a los hombres; de ahí la necesidad de depositar nuestras esperanzas en algo que transcienda, que no fallezca: las instituciones. Tal vez, y solo tal vez, ese sea el secreto del éxito de los sistemas parlamentarios, donde cada vez que es reemplazado uno de los líderes no hay que empezar de cero, su estabilidad no depende de un hombre, sino de toda una institucionalidad supra personal e individual.
«El Amado Líder es el cerebro de nuestro gran movimiento. Suya es la mente que nos mantiene en los railes de la historia… si el Líder es el cerebro, entonces el Partido es el corazón latiente del movimiento y el ejercito es su fortaleza y su musculo, las masas… los obreros, los campesinos, los constructores… son los órganos y el sistema nerviosos. Son las células del movimiento y su sangre vital. Están liberados de la carga del pensamiento independiente, porque el cerebro asume esa poderosa responsabilidad»
Kim Jong- Un
Petro mamerto, comunista que tiene a nuestro país en la miseria, se advirtió, se les dijo y vea.