A comienzos del siglo XVI, la mezcla de humanismo y cristianismo se vio laureada por múltiples iniciativas culturales. Suficiente con anotar que en los últimos decenios se habían producido en Europa no menos de 400 ediciones de la Biblia. Había aparecido también un sacerdote humanista llamado Erasmo de Rotterdam, precursor de lo que sería más tarde la protesta contra el papado. En su obra, Erasmo argumenta que la verdadera salvación no se encuentra en las prácticas exteriores ni en la ostentación, sino en la sinceridad de corazón y el interiorismo espiritual. Critica el lujo desmedido, el afán mundano de la cúpula eclesiástica y el nepotismo de los papas, destacando la importancia de vivir una vida cristiana fundamentada en la caridad y la fe, esto es lo que se llamo el escándalo de las indulgencias que degenero en la reforma.
No obstante, uno de los aspectos más controvertidos que Erasmo introdujo fue su censura a aquellos individuos que pretendían ostentar la exclusiva custodia de los textos sagrados. Su perspectiva de la Biblia, considerándola como una obra abierta a la interpretación y accesible a cualquier individuo, sin distinción de su estatus social o rango eclesiástico, resuena fuertemente en aquella época y establece los cimientos para un mayor escrutinio de la autoridad religiosa.
El escenario se tornó aún más crítico cuando los Papas decidieron emprender la reconstrucción de la antigua y deteriorada Basílica de San Pedro. En el año 1517, León X propuso la venta de indulgencias, es decir, la absolución de las penas que los pecadores debían enfrentar tras la muerte, a cambio de una contribución monetaria destinada a la construcción de la basílica. La cantidad de pecados remitidos estaba directamente proporcional a la cantidad donada.
Esta práctica se consideraba ortodoxa y coherente con la doctrina, en consonancia con el principio de las «obras meritorias», según el cual las peregrinaciones, ayunos y devociones podrían acumular méritos ante Dios. Sin embargo, se criticaba el método de recolección de las limosnas (una postura con la que incluso Calvino estaba de acuerdo). Particularmente en las regiones de habla alemana, la venta de indulgencias se transformó en una especulación hasta llegar a niveles vergonzosos.
A través del desembolso de una suma considerable, el Papa otorgó a los banqueros Fugger el exclusivo derecho de administrar las indulgencias. En colaboración con Johannes Tetzel, estos intentaron transformar lo que debía ser un acto de devoción en un negocio lucrativo. Tetzel recurrió incluso a argumentos cuestionables para persuadir a los fieles, empleando rimas como «cuando cae el centavo en la caja, alma bendita al cielo pasa». Estos lemas, que podrían considerarse blasfemos, y un mercado en el que cada cantidad de dinero se asociaba con un cierto número de días de purgatorio que se redimían, generaron la oposición de algunos clérigos.
A continuación, un joven profesor de teología de la Universidad de Wittenberg, Martín Lutero, monje agustino de fe inquebrantable y doctrina firme, publicó el 31 de octubre de 1517 las famosas «95 tesis» en la puerta de la catedral. Estas tesis no solo negaban a la iglesia la facultad de conceder indulgencias, sino que las privaban de todo efecto práctico, una declaración revolucionaria e incluso condenatoria para la época.
La actuación de los Papas y la proliferación del comercio de indulgencias generaron un profundo descontento en la sociedad de aquel tiempo. Para muchos, esta práctica se percibía como un símbolo de lucro y corrupción dentro de la Iglesia. Además, la forma en que se promovía la venta de indulgencias, con afirmaciones que sugerían la reducción de días de purgatorio por cada contribución, creaba repulsión tanto entre los clérigos como entre aquellos que ansiaban una fe más pura y auténtica.
Este descontento encontró en Martín Lutero su voz más prominente y estridente. Este joven profesor de teología, con un ferviente deseo de reforma, decidió desafiar las prácticas de la Iglesia. En sus tesis, Lutero cuestionaba la autoridad de la Iglesia para conceder indulgencias y sostenía que la salvación no debía estar condicionada por las donaciones monetarias.
Este acto de Lutero fue revolucionario en su tiempo y marcó el inicio de la Reforma Protestante. Su postura valerosa y desafiante frente a la Iglesia generó un movimiento de cambio, pero también de degeneración, y de transformación en el cristianismo que tendría repercusiones profundas en la historia.
A medida que las ideas de Lutero se propagaban, cada vez más personas empezaban a cuestionar las prácticas de la Iglesia y se unían a la causa de la Reforma. Surgieron nuevas corrientes religiosas y se produjeron grandes cambios en la sociedad europea. La Reforma Protestante marcó un hito en la historia y sentó las bases para la diversidad religiosa que conocemos hoy en día.
Por lo tanto, la venta de indulgencias y la reacción de Martín Lutero ante esta práctica controvertida fueron eventos cruciales en la historia de la Iglesia y de la sociedad. Estos acontecimientos desencadenaron una serie de cambios profundos y dieron lugar a una nueva era en la que las ideas religiosas y la libertad de pensamiento adquirieron protagonismo.
«En el arpegio de la historia eclesiástica, las indulgencias resonaron como un disonante acorde, donde el valor redentor se desvanecía entre las partituras de transacciones espirituales»
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